Ir al contenido principal

2020: Amor

 

Una panorámica medio chueca en Playa Bonita, Campeche, 17 de octubre de 2020.

Una de mis películas favoritas es Realmente amor (Reino Unido, 2003). Recuerdo que, al inicio, se ven algunas escenas en aeropuertos, donde la voz en off hace énfasis en que los mensajes que se enviaron desde los aviones que se estrellaron en el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos no eran de odio, sino de amor.

¿Qué puedo decir de este año tan complejo? El inicio (lo que nunca) arrancó, en mi vida, con tantas buenas noticias que no lo podía creer. A partir de mediados de marzo, la vida nos zambulló a todes en el mundo en uno de esos chapuzones que te suelen meter hasta lo más hondo, en el que mueres de miedo y de algo que, como humanidad, no hemos aprendido (tal vez unes más que otres): la incertidumbre.

Al inicio hicimos nado "de perrito" para salir. Hubo momentos en los que, de plano, nos dejamos ir en el agua. Unos más gloriosos nos llevaron a aplicar el "delfín" y la brazada alemana, subiéndonos poco a poco a la superficie. Creo que ahora, ante la esperanza de una vacuna contra el COVID-19 y las inmensas ganas que tenemos de recobrar algo de nuestra vieja vida, esas brazadas y patadas (unos días con tabla), nos ayudan a avanzar. Chance y el próximo año podamos aplicar "mariposa" (técnica que, a mí, jamás me sale, pero le echo ganas).

Todos perdimos algo: conozco gente cercana a la cual, esta pandemia le arrebató a sus seres querides (o murieron durante este encierro, donde decir 'adiós' ha sido mil veces más duro), otros ya no tienen empleo, a unos más nos recortaron gran parte del sueldo (me incluyo y ya vamos para un año así) y todes resentimos eso que en infinidad de ocasiones lo metemos en un saco y se nos olvida por estar pegades en el teléfono o creyendo que nuestras fuentes laborales son lo que guía nuestras vidas: la libertad y la calma.

Pero no vine este día a recordarles algo que nos cala hondo y que, especialmente en estos días, nos escuece como cuando nos cortamos en el mar y entra el agua salada. Les hablaré de lo que, en lo personal, rescato de este 2020.

Para mí, estos 12 meses, con todo el maldito coraje que me da la situación a nivel mundial, han sido llenos de amor.

De mí no se espera algo decente, donde me dé pudor o donde me quede callada. Por ende, me importa un bledo lo que opinen: quiero seguir mi vida a mi ritmo, mi espacio, con toda la felicidad que yo misma abra en mi mente y mi corazón. Recordemos: les responsables de lo que pase en nuestro camino somos nosotres. Y sé perfectamente que lo que haga bien por mi, será reflejado para mis seres querides.

¿Por qué el tema de este año es el amor? Porque es lo que nos debería importar, junto con la salud. Siempre lo dejamos a un lado; no nos amamos a nosotres mismes y estamos vacíes para aportar a les demás.

La Real Academia Española (RAE, aunque ya debería ser ROE o algo así) define al amor en tres principales puntos:

1. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.

2. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

3. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Gracias a Ernesto Domínguez, mi terapeuta (gracias, gracias, gracias, por salvarme la vida) he entendido que si me amo yo, puedo dar. (Punto para la psicología, cero para les ancianes de la Academia en el rubro 1 y parte del 2).

Si bien llevo ya años en un proceso de limpieza mental, desde diciembre del año pasado, comprendí lo mal que había llevado mi vida amorosa hasta ese instante. Me arriesgué a salir con un joven que, cuando le pregunté cómo se llamaba, me dijo "soy un simple Juan". Platicamos mucho por Twitter y WhatsApp; cuando nos vimos, algo hizo clic. Jamás había tenido un pretendiente como él; un hombre amable, sin decirme "estás bien buena" a la primera, sin querer acostarse conmigo en la primera cita, sin burlarse de mi extrema ñoñez y mi falta de coordinación para bailar.

Me dejé llevar. ¿Tenía miedo? Muchísimo. Al menos sabía que ambos estábamos en un proceso de sanación de corazón, que la llevaríamos con calma, pero que sí deseábamos ser pareja. El tiempo se burló bastante de nosotros y avanzamos a la velocidad de la luz que, al parecer, es nuestro ritmo. Salíamos a lugares súper ñoños, vimos documentales, nos tiramos en el pasto, nos tocó ir al planetario de mi niñez y hasta viajamos antes de formalizar.

Si yo fuera TIME, Juan José Albor sería La persona del año. Es un hombre con defectos (quién no), pero es el ser más dulce; estudioso no solo para su trabajo (recauda fondos en ACNUR, la agencia de refugiados de Naciones Unidas. Es decir, es un chingón) sino para conocerse a sí mismo y para indagar qué hay debajo de este unicornio que hace corajes periodísticos; es honesto; está dispuesto al diálogo y abre las puertas de su alma como las de su casa. 

Con él, me gané también a una hermosa familia: Dina, Juan y Petunia me dedican su tiempo cuando voy, cada quince días, a quedarme a dormir. Podemos no tener las mismas creencias o iguales profesiones, pero jamás he recibido rechazo ni falta de interés. Son los mejores suegros y cuñada que he tenido. Me cuidan, me alimentan y se ríen con mis chistes bobos.

También he conocido a Lore, a Champ, a Manu y a Sara y, por supuesto, a Meli y a Alex. Jamás me habían incluido tanto en un círculo de amigos y me siento agradecida con ellos por no verme raro, tratar de integrarme y hacerme reír. Qué bonitas personas quieren también a mi novio; qué amistades tan constructivas. <3

Juan es también un huésped cada quince días en mi casa, donde Chayo, Yoli y, a veces, Sasha, le cuidan, platican con él, hacen chistes y le reciben con los brazos abiertos. Recuerdo que infinidad de años pedí tener un novio así. Después de mucho trabajarle, llegó.

Hemos viajado más de lo que creímos: nos fuimos a Cocoyoc, a Malinalco y, para mi cumpleaños, a Campeche. No saben qué maravilla (y si tienen una pareja que aman mucho, lo entenderán) es despertar abrazada a él, aunque luego me diga cosas raras como "Stephen King", o buscando sus pies o tapándonos porque hace mucho frío. Amo con toda mi alma tener un compañero de viaje (en todos los rubros) como él. Ya casi cumplimos nuestro primer año y jamás quiero que se acabe la cursilería, las canciones, el disfrutar de ver las nubes o de que me cargue para tomar una foto.

Podrá hacer una tesis sobre el señor Hervor, pero seguiré con otros puntos que también he amado y apreciado este 2020. 

Chayo, mi mamá, está conmigo y está sana. ¿Qué puedo decir de ella que no sepan? Hasta mis amigos, los hermanos Rodríguez (Katia y Jesús, mis símbolos sexuales), tiene el club de #Chayoliebers. Al inicio de la pandemia fue una patada; ella forma parte del sector salud. Labora en el IMSS, en área administrativa. No obstante, jamás le han dejado quedarse en casa, ni cuando un par de sus compañeros estuvieron enfermos de COVID o cuando hubo un brote de más de 30 personas con este padecimiento.

La he visto cansada y sin esperanza muchas veces; escucha tanto, ve otro poco, y le duele lo que viven los médicos, el hecho que no podamos ver a mi abuelita y al resto de mi familia. Parece que, en momento, todo se congeló. 

Pero, hay otros (la mayoría) donde ambas nos echamos porras; ella para que me calme y me deje de doler el brazo por tanto estrés, y yo para que deje ir lo malo y podamos ver series juntas o caminar en nuestra colonia respirando en paz. Cada día la admiro más. Aunque a momentos nos queremos matar, considero que es la mejor madre que me pudo tocar. La amo con toda mi alma. Gracias por apapacharme en el laboratorio y por pasar tanto, tanto, tanto, durante el tiempo que llevamos juntas.

Y en mi reencuentro con mi propio género (tuve muchos en toda mi vida, pero terapia me ha ayudado), este 2020 me hizo sentirme, con todas sus letras, dentro del feminismo. Había algo que me decía que sí, que lo era, pero después de tener amigas y compañeras de trabajo  que día con día me muestran más lo bueno que es no solo para nosotras, sino para todes, deseo seguir aprendiendo y volver a marchar con ellas para defender nuestros derechos, para luchar todas las batallas en pro de un entorno mejor y de dejar de tirarnos basura entre nosotras. 

Es un lujo que en aquel 8 de marzo, nos hallamos tomado de las manos y resistido; hasta mi tía Leticia y mi mamá fueron con nosotras y, si tuviera que elegir los instantes favoritos de toda mi vida, ese día estaría dentro. Nos lanzaron gas los policías, intentaron encapsularnos y no pudieron con nosotras. Al final, nos abrazamos todas, nos tomamos fotos y comimos juntas. 

Sin duda, las mujeres nos salvaremos a nosotras mismas, siempre hombro a hombro. Ya no me veo sin estar cerca de chicas tan inteligentes, aguerridas y amorosas. Emi, Meli, Jacky, Fati, Fany y Chío (si se me va alguna, no me odie, que acá la tengo en el corazón), gracias por enseñarme. Vamos por la despenalización del aborto en nuestro país, por seguir hablando de nuevos paradigmas, por ser más nosotras. Que la vida que salvemos siempre sea la nuestra y, si nos dejan (porque eso es decisión de cada quien), la de los seres amades.

Diego y Emi, en lo laboral, son lo mejor que he tenido, ¡Qué gran equipo! Estoy orgullosa de elles, de sus risas, de sus textos, de que sean mis amigos y mis redactores. Con ustedes, las malas noticias se me hacen más digeribles. Les adoro.

Casi no ví a mis mejores amigos, Katia y Carlos, pero los pocos instantes que los disfruté, me llenaron el alma. Con la primera, me tomé un té en un cafecito rosa en la Condesa; ella no quería entrar porque sabe la repulsión que me da el colorcito, pero nada me quitaba conocer un nuevo sitio (rico y muy bonito) y platicar con una de las mujeres más admirables, hermosas e inteligentes que he conocido. Gracias por estar en todo, por apoyarme en mis ascensos y descensos. Eres de lo más fascinante que existe y te adoro desde hace ya mucho tiempo. Tu último regalo me hizo llorar, aunque el mayor presente es tu existencia.

Con el segundo logré invitarlo a comer en casa. Por fin conoció mi depa de huevito. Platicamos y me trajo un pastel. Me encantó poder disfrutar unos momentos con él y reafirmar que nuestra amistad, de más de década y media, sigue firme. Amo que sea tan buen profesor, que valore tanto su carrera y que adore a su familia. Gritar con él en el coche mientras me llevaba a una cobertura de prensa es otro de mis instantes favoritos de la vida. Solo los aliens saben cuánto te he querido en todo este tiempo.

También hice nuevos amigos: Luis, con quien pude trabajar y es mi "vecino"; gracias a él pasé un hermoso festival Vive Latino, bebiendo cerveza y pulque, diciendo tonterías y mandándonos música. Es un tipazo. También Fer, quien no tengo el honor de conocerlo en persona, pero que ahí está, además de mandando mal sus correos del trabajo (jajajaja) también para hablar y dar apoyo en todo lo que necesite. Su año no ha sido fácil y lo admiro porque, pese a todo, da lo mejor de sí.

Tengo las mejores compañeras de oficina (mi comedor) del mundo: Sashita y Yoli. Gustan de acostarse en el sillón o en una cama al lado de mí para verme y, de vez en vez, nos abrazamos o les rasco la pancita. He podido disfrutarlas como jamás lo había logrado. Tras la muerte de Pinky, ocurrida el año pasado, tenía una gran desazón sobre si invertía algo de tiempo con las chicas. A mi borrego le di lo que tenía en todos esos años, más de la mitad de mi existencia, pero a la güera y a la negra, creo que les está tocando también un punto precioso.

En cosas más banales, pensé que me iba a morir sin nadar; no hay nada que me haga sentir mejor que estar dentro del agua. Entre más profundo, mejor. Por la pandemia y porque mi cartera se redujo tuve que dejar las clases. Es un costo muy bajito, lo entiendo, pero me dolió mucho al inicio. Era de las que no podía disciplinarse a hacer ejercicio en casa. Primero empecé con videos de ejercicios para la columna vertebral (la tengo jodida), que me ayudaron. Después me aburrí y encontré a Mady (seguro la han visto; es una hermosura en todo lo que hace) y bueno, llevo casi ocho meses haciendo sus ejercicios con unos resultados bastante instagrameables, pero no me gusta andar enseñando en redes.

Con el tiempo "extra", logré leer 15 libros y estoy por acabar el 16. ¡Qué viaje! Tenía años sin devorar textos así. Tan loca estoy por conocer y conocer que mi novio me regaló una Kindle, que ha sido mi mayor aliada en lecturas feministas (y me emociono harto). Cociné mucho, lavé más y trapeé como jamás en mi vida; aunque termino muy frita, hay días en que me llena el corazón sentir que, así como en mi mente soy mi propia casa, mi hogar físico tiene mi toque.

Les puse música a las plantas de mi mamá (mis otras compañeras favoritas), escucharon conmigo las conferencias de Sheinbaum y las juntas laborales. Les tocó ver algunos rechazos que me dolieron, pero también oír las risas de mi primo Patricio, mis cantos, el proyecto que acabo de conseguir y que me está haciendo muy feliz, y las veces que le dije "te quiero mucho" a mi abuelita, a Katia, a mi papá, a Chayo.

No quiero pretender que no me afectó el 2020; me pegó, además de en mis cuentas (aunque aprendí a invertir), en mi salud mental, pero Ernesto ha estado ahí para seguir orientándome y yo he aplicado lo que me ha enseñado en todo este tiempo. 

Sin embargo, este año, estos 12 meses donde parece un capítulo de una película de suspenso, acción y comedia, ha sido donde más he valorado que todes estemos sanes, los pequeños momentos, las sonrisas, los memes, la música, la paz y el tener espacios seguros donde podamos ser y estar. El mío son los brazos de Juan, la sonrisa de Chayo, los besos de Yoli, Sasha y Petunia, y mi casa.

Deseo para todes que este 2021 no esperemos un milagro; confiemos en la ciencia, cambiemos nosotres antes de esperar que otres vengan a movernos de lugar, que se nos abran los caminos en lo que estemos buscando (de la índole que sea) y, especialmente, que seamos libres de decidir, de empezar de cero, de sanarnos y reconocer, aceptar e integrar los problemas, lo que nos duele, para tener una existencia más plena, feliz y amorosa.

Nos volveremos a abrazar, ya verán.

Les quiero.

Angie, el unicornio sabrosón y drogadicto.




Comentarios

Entradas populares de este blog

El beso jamás soñado

Los besos se disfrutan, se agradecen, abren caminos. Algunos marcan el final de una historia, son letales, mordaces, pero siempre tienen un impacto en nuestras vidas... al menos en la mía. Era la segunda vez que lo veía sola. La zona del Frontón México tiene un significado enorme en mi camino, casi al mismo nivel que las composiciones del hombre al que visitaba. Mi fanatismo hacia Fito Páez inició en la niñez con aquel video tan colorido y tan raro: Mariposa Technicolor . Con los años, y debido a mi amor a la música, me fui adentrando en su carrera. Mi adolescencia estuvo entre Naturaleza Sangre y Un vestido y un amor . Esta vez decidí que todo sería diferente; me arriesgué a ir más allá de ser la fan que se queda afónica, la que alguna vez escribió historias en su vida y para otros con sus melodías. Hubo ángeles en el camino que me dieron su buena vibra y aliento para conseguir ese objetivo: entrevistarlo .  No fue fácil y llegó un momento en que lo di por perdid

Cuando desperté, el feminismo ya estaba aquí

  Chayo, mi mamá, y yo, en la marcha del 8 de marzo de 2020. Crecí en una familia con un matriarcado un tanto convulso : para obtener algo, lo que fuese, te lo tenías que ganar sí o sí. Esto incluía el cariño de las y los demás. Sin embargo, tuve el apoyo de las mujeres de este núcleo, quienes me guiaron como pudieron y, en muchas ocasiones, apelando a algunas repeticiones no tan sanas, para crecer (es lo que les tocó vivir, tristemente, porque nadie lo merece). Como hija de un matrimonio roto, estuve más apegada a mi lado materno. Mi papá, apelando a la lamentable 'tradición' mexicana, no pudo, no quiso, ni supo darme el apoyo masculino durante mis primeros años de vida, así que me guié con las figuras masculinas que tenía a la mano: abuelo y tíos. En terapia comprendí que llegar a ambos extremos (un matriarcado tan férreo y tener tantas figuras paternas) no es bueno para la mente ni para la existencia de nadie. A la fecha, ya con años recorridos en el psicólogo y cerca de los

La chingonometría

Unicornio sólo por convivir . Hace un año, estaba en el hoyo. Poco después, abrí este espacio para desahogarme y tratar de entender por qué mi vida se estaba estancando y deseando ser cualquier otra mujer... menos yo misma. Recuerdo que, mientras andaba por la 'calle de la amargura' dándole muchas vueltas al asunto, sumado a problemas viejos en mi cabeza, tomé un Uber para ir a mi clase de catalán. Un señor de aproximadamente 50 años llegó a la reja de mi calle. Me cayó muy bien; tenía un tono de voz muy agradable.  Regularmente, soy de las pasajeras que se aburre hablando con los conductores, ya sea porque son algo 'lanzados', porque se ponen a defender lo indefendible o porque ese día no tengo ganas de platicar. Son pocos con los que he disfrutado charlar durante mi viaje; él fue uno de ellos. Comenzó a preguntarme que si iba a la escuela, que qué estudiaba y le dije que era periodista y lo que hacía en mis tiempos libres: estudiar catalán. -Disc