Crecí en una familia con un matriarcado un tanto convulso: para obtener algo, lo que fuese, te lo tenías que ganar sí o sí. Esto incluía el cariño de las y los demás. Sin embargo, tuve el apoyo de las mujeres de este núcleo, quienes me guiaron como pudieron y, en muchas ocasiones, apelando a algunas repeticiones no tan sanas, para crecer (es lo que les tocó vivir, tristemente, porque nadie lo merece).
Como hija de un matrimonio roto, estuve más apegada a mi lado materno. Mi papá, apelando a la lamentable 'tradición' mexicana, no pudo, no quiso, ni supo darme el apoyo masculino durante mis primeros años de vida, así que me guié con las figuras masculinas que tenía a la mano: abuelo y tíos.
En terapia comprendí que llegar a ambos extremos (un matriarcado tan férreo y tener tantas figuras paternas) no es bueno para la mente ni para la existencia de nadie. A la fecha, ya con años recorridos en el psicólogo y cerca de los 30, aún me cuesta trabajo desaprender y entender diversos hechos de mi vida.
No obstante, esto me parecería todavía más complejo y duro sin el feminismo.
No sé en qué momento le 'entré' a esto, si es que pudiese usar esta frase para definirlo. Sé que, en algún momento, de tanto leer, vivir y escuchar, comencé a entender por qué a mamá le dolía tanto no poder darme todo (aunque yo no le pidiera nada); por qué mis compañeras de la escuela debían sobrellevar el acoso, en muchos casos, hasta normalizándolo; por qué había hombres que, valiéndose de su poder laboral, económico o simplemente, #PorquePatriarcado, ejercieron violencia psicológica y hasta sexual contra mí y otras.
Gracias a mis colegas y amigas tanto de la escuela como del trabajo entendí la importancia de levantar la voz. Gracias a mi terapeuta comprendí que nadie debe transgredir mis límites. Gracias a mi educación universitaria, tuve oportunidades para avanzar, para dejar a los novios que exigían que los mantuviera, que me hiciera "de la vista gorda" cuando notaba que pasaban "packs" en grupos de WhatsApp, a los que me golpearon, humillaron y quisieron ponerme el pie en mi carrera profesional.
Pude alejarme y señalar a esos "amigos" que, igualmente, hicieron "oídos sordos" cuando uno de ellos se propasó conmigo después de una fiesta, de no hablarle a la gente que los "apapachó" y que seguro dijeron "pinche vieja loca, seguro estaba borracha" o alguna cosa de esa índole.
También tuve los ovarios para no dejarme de algunos superiores en diversos ámbitos. Todxs merecemos respeto pero, si no nos lo dan, ¿qué hacemos? Cruzarse de brazos es lo peor.
Además, he aprendido a no hablar mal de las mujeres (claro, como en todo, a menos de que cualquiera de nosotras cometa un crimen o algo así), a dejar de obsesionarme con mi cuerpo (porque tengo una lista infinita de gente que señalaba mi sobrepeso), a no tener tanto miedo a la hora de enfrentarme a quien sea. Sí, yo era de esas que creía que las chicas que habían tenido muchas parejas sexuales eran muy 'fáciles', que debían 'respetarse', que seguramente si tu novio te engañaba con otra era culpa de ella, no del sujeto. También juzgaba a la gente por su ropa y por estupideces que, agradezco, día con día he dejado de hacer.
Marcha del 8 de marzo de 2020, minutos antes de que nos lanzaran gas lacrimógeno. Por Angélica Ferrer
Esto solo deja a cuenta dos cosas: no todas tenemos el mismo acceso a contenidos para cambiar esta manera errónea de ser y que el camino para que esto se erradique es largo, pero vale la pena.
Sí, vamos a perder muchos "amigos" en el camino (digo "amigos" porque los más ofendidos son los hombres), los novios nos van a señalar, tildar de "histéricas" y desdeñar nuestras manifestaciones (claramente, ahí no será) y te vas a pelear con tus jefes y compañeros de trabajo (pan nuestro de cada día, no solo en el medio de "los hombres de los brazos cruzados") porque no entienden que no es su "fiesta", que deberían trabajar en su masculinidad y qué clase de mundo quieren para todxs.
A las que tuvimos mejores oportunidades, sin importar los 'baches de la vida', nos toca ayudar a la vecina que vemos que el marido le pega, a la amiga que sufre por un compa que, claramente, no la quiere, a la desconocida que se nos acerca en la calle solicitando auxilio, a la hermana o prima que quedó embarazada y no desea tenerlo, sin importar sus razones (saquen los rosarios y sus libros religiosos de nuestro ovarios, por favor).
Sin duda alguna, hasta en mis peores momentos, las personas que más me han brindado abrigo y escuchado han sido mujeres.
Cuando era 'bulleada' de niña por otras chicas (después las pude entender y perdonar), las maestras fueron quienes me salvaron. Cuando un exnovio mío me llamaba para decirme "puta" y demás, aunado a que me seguía a mi casa, mis tías, mi abuela y mamá me ayudaron.
Cuando ya no soportaba a otra expareja que durante años ejerció todo tipo de violencia hacia mí, mi prima me escuchó y me hizo reaccionar. En el momento que se me quebró el corazón como nunca, mi mejor amiga y hasta las amigas del susodicho salieron 'al quite' y me enviaron amor, abrazos y sus oídos listos para que yo pudiese sacar toda la tristeza. Cuando me asaltaron, una señora que vendía dulces y una enfermera fueron las primeras en consolarme y ayudarme a regresar a casa.
En el trabajo, no solo en el actual, sino en pasados, las que han difundido mi labor y me han alentado a ir más lejos han sido mujeres y personas de la comunidad LGBTI+.
Lo único que puedo desear este día es que tengamos mayor visibilidad; que nuestras obras en diversos ámbitos sean reconocidas; que leamos más mujeres; que seamos más conscientes del daño que ejerce el patriarcado en nuestra vida; en la importancia de las denuncias (el debate no es si denunciaron a tiempo o no, no salgan con tonterías); en la alta relevancia de que la educación sexual sea gratuita para todxs y que la interrupción legal del embarazo sea viable para quien lo necesite, sin cuestionarle cuántas relaciones sexuales ha tenido en la vida (por favor, si les dicen algo, no se dejen).
También deseo que esta lucha sea para las indígenas, las migrantes, las trans, las sexoservidoras y todas las mujeres que están oprimidas, marginadas y a las que no les llegan, en varias ocasiones, nuestras consignas y avances en la materia.
No estamos solas: acerquémonos unas a las otras, que esta lucha se hace en conjunto. Las marchas son solo una muestra de todo lo que podemos hacer. No permitamos que nadie vuelva a pisarnos NUNCA.
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