Elegí esa foto porque yo te la tomé y te ves bien buena. Fin.
Katia tiene 30 años y dos ojos hermosos. Es blanca, con una risa muy graciosa y casi siempre viste con algo rosa o azul. Habla con un volumen alto y puede mantener una conversación durante más de tres horas. Cuando tomamos café, no hay quien nos calle... a menos de que alguna (o ambas) tenga gripe.
Teníamos ocho años menos cuando nos saludamos por primera vez... y de mano, como el corazón de señora que nos acompaña. Mucho ha pasado desde aquellos años donde dábamos clases y nuestras mayores preocupaciones eran las faltas ortográficas de los alumnos, entregar las calificaciones a tiempo y escuchar a The Beatles.
La vida no siempre se mantiene en esa etapa; hay que crecer, pese a las fuertes oleadas. Nuestra amistad ha sido todo menos un lecho de rosas y eso la hace mágica. El corazón es lo que más ha estado en jaque en las charlas; a eso se le fueron sumando los temas laborales, la familia, las famosas "cosas de chicas" que, en nuestro caso, es algo bastante extraño.
Pero algo siempre ha sido una constante y, reconozco, yo no soy la mejor gritándolo "a dojo" (a manos llenas; en demasía), como se dice en catalán: la admiración.
Hace unos días me gradué de un diplomado de periodismo realizado por el Tecnológico de Monterrey y FEMSA. Ha sido la mejor cosa que me ha pasado en este mes (uno de los más feos de los últimos años) y recibí felicitaciones llenas de amor y luz, que me hicieron aún más bonito el momento. Gracias y cariño para todos.
Ella me hizo un audio de poco más de dos minutos.
Ese mensaje condensó años de amistad, complicidad, familiaridad, amor lésbico (siempre lo profesamos) y orgullo. Terminé conmovida. Además de sorprenderme la alegría de su voz, la emoción en cada palabra, me hizo sentir abrazada y cuidada por ella, aunque tiene algún tiempo que no nos vemos en persona.
Creo que Katia conoce mejor que nadie mi trayectoria, mi secretos y lo que pasa actualmente a mi alrededor. Sentí el cariño más allá de la distancia; recordé perfectamente que la tengo y que pocas personas han logrado tener su confianza.
Ella es una de las mujeres más importantes de mi vida. La he visto crecer tanto que me deslumbra. Recuerdo cuando era becaria en la Feria del Libro del Palacio de Minería y andaba como loca corriendo de un lado a otro, pero jamás sin descuidar la clase que impartíamos. También cuando se enfrentó a sus miedos y comenzó su vida laboral en forma; tuvo que lidiar con los típicos problemas y lo logró.
No olvido las veces que estuvo ahí para apoyar a algún amigo o a mi en un momento crítico. No voy a olvidar el día que le avisé que mi abuelo había muerto; sólo me preguntó hora y lugar donde se llevaría el funeral y llegó con toda su familia.
Tampoco dejaré de reconocer que, a pesar de los problemas físicos, emocionales o de cualquier índole, hace lo que puede para crear soluciones, mantener esa magia y no perder la pasión por lo que le gusta. La danza, la música, el cine, escribir y leer son sólo algunos de sus "amores" y no se deja amedrentar por nadie cuando critican algo de ello.
Sabe reponerse de los corazones rotos, aunque esto le cueste mucho. Aprende y camina con sus amigos y familiares; busca que otros estén bien sin importar nada. Es detallista, atenta y dulce, aunque a veces no seamos iguales con ella. Tiende la mano sin mirar a quien y se da su lugar cuando es necesario.
Da y escucha consejos; te enseña a mirar a través de los sueños y el lado tierno las cosas, sin olvidar que eres una persona adulta. Siempre, sin que se lo pidas, tendrá algo que te hará feliz. Eso no cambia a través de los años.
Katia es la parte suave de mi vida; es la que me calma si se requiere o me alienta a seguir viviendo. Me acepta como soy, no me envidia, no me presiona, no cree que le quiero bajar a sus "crushes". Si bien tenemos diferencias, no dejamos que un enojo tire la historia que hicimos juntas. Es mi hermana, mi amor, mi mejor amiga.
Eres una gran mujer, mija. También estoy orgullosa de lo mucho que has avanzado periodísticamente y personalmente, de lo que superas, del empeño que pones en hacer mejor cada cosa. Eres quien eres por todo lo que has luchado; te debes a ti y a nadie más. Te admiro porque tienes un corazón sincero, noble, que ha aprendido a dar y recibir. Me quedo corta, pero jamás dudes lo mucho que te quiero. Gracias por tanto.
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