Llevo más de tres meses y medio reconociéndome. Cada día me gusto más y soy muy feliz con cada progreso y persona que llega a mi vida.
Sin embargo, algo dentro de mi se movió anoche; las cuerdas de una guitarra, la caja de percusiones e instrumentos de son jarocho tiraron, como diría Páez, "mi cable a tierra".
Nunca había visto a Jorge Drexler en vivo, aunque sigo su carrera desde la pubertad. Entrar al Metropolitan fue como estar en casa y comer tu platillo favorito.
Los espectadores estábamos dentro de su guitarra; veíamos acostados las seis cuerdas y todo lo que pasaba afuera de la "boca" del instrumento.
Drexler tiene el poder de hacerte imaginar eso y más. Es un médico culto, sensible y con un ritmo que, si bien puede hacerte bailar, también le da remanso a tu alma.
En su presentación, el también actor (es una caja de sorpresas) detuvo las Horas para darnos Asilo en 12 segundos de oscuridad, los cuales estuvieron llenos de Silencio.
Bailamos en la cueva mientras la Luna de Rasquí iluminó la Fusión que cada uno tenía en su alma mientras estaban colisionando sus Universos Paralelos.
En el concierto también recordamos a Bolivia*, al Moro Judío y su milonga y, ¿por qué no? Pongamos que hablo de Martínez, ese hombre de Ubeda que a muchos nos pone a temblar.
Nos pusimos el Salvavidas de hielo, le dijimos "adiós" a la gente que no nos supo amar y a Los Glaciares, para que las Estalactitas arañaran nuestra espalda.
Amamos más La trama que el desenlace mientras la Telefonía nos conectaba con el exterior, aunque en ese punto comprendimos dos cosas: Todo se transforma y estamos vivos porque estamos en Movimiento.
Su voz, las letras tan elaboradas y su hermoso acento uruguayo te transportan de Madrid a Rasquí, en Venezuela, pasando por el cuarto de hotel que pisaste esa noche hasta terminar devolviendo el amor dado.
Te sientes viva y orgullosa de tus orígenes, de tus ancestros, de todo el amor dado y te dan ganas de volver a sentirte amada. Te conectas contigo misma y con la naturaleza, con tu yo "ñoño".
Encontré la paz y el sosiego con sólo un par de horas. Gracias Drexler por reafirmar que "cada uno da lo que recibe" y que, al igual que los alfabetos, “si quieres que algo se muera, déjalo quieto".
*Bolivia es una de mis melodías favoritas de la vida. Le perdoné no tocar La vida entera solo por eso.

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