Esta foto me la envió mi mejor amiga, Katia. Se las pongo nomás por ilustrar.
Todos buscamos el amor, sobre todo los que somos románticos empedernidos y, a veces, muy melosos. Creemos, y la sociedad así lo pinta, que ese sentimiento es sólo aquello que hace referencia a la búsqueda de la pareja ideal.
Hasta hace unos meses yo era parte de ese club. Pensaba que dar todo por el otro era lo mejor que podía hacer en la vida, que hacer lo que quedara en mis manos para hacerle reír y aminorarle el dolor era lo correcto, que poner su felicidad antes que la mía me traería cosas buenas, un boomerang de buena vibra. El destino es muy sabio y todas mis acciones me las regresó con un puñetazo en la nariz.
Me quebré. Perdí la brújula y derramé lágrimas días y noches. Comía mal, caminaba en exceso y me dediqué a culparme en todo momento de lo ocurrido. ¡Qué equivocada estaba! Cometí muchos errores, entre ellos olvidarme de mi misma. Creí que dar el 100 o el 1000 por ciento cuando el otro daba el 50 por ciento de sí estaba bien... y no es así. .
No voy a ahondar en ello porque no quiero aburrirlos, pero les contaré un poco de lo que ocurrió a partir de ese instante donde yo juraba que el corazón se me había quebrado en añicos y que jamás me iba a recuperar.
Descubrí que a quien más debía amar era a mi misma. No tenía por qué avergonzarme porque me encantan los ponys y los Minions, por saberme canciones de Bronco o por haber visto demasiadas películas de la época de oro del cine mexicano. No debía sentir que era un estorbo o que le robaba el tiempo a nadie. Soy valiosa sólo porque soy yo y punto. Tú que estás leyendo esto, también lo eres y tienes un corazón de oro puro sólo por el hecho de existir.
No es un proceso sencillo, pero voy conociéndome y aceptándome cada día más, con mi pasado y mis defectos. Entiendo cada vez más conforme voy soltando mis viejos problemas y adentrándome en mi presente y futuro. Esto es lento, pero amo con locura poder verme al espejo y sonreírme, notar que me brillan los ojos sólo porque me emociona ver el cambio, o el ya no escuchar las quejas de los demás. Voy centrándome en sacar a la mejor Angie que he visto.
Terminé en terapia y soy muy feliz ahí. Duele a veces, pero ese mismo escozor es el que me impulsa a buscarme, encontrarme y a aceptarme como una persona menos enojona, menos sarcástica y más directa en sus comentarios. Una persona que da y que merece recibir en la misma medida, ni más ni menos. Volví a hacer ejercicio y me divertí más en mis clases de catalán.
Parece que el golpe en la nariz sacó más que dolor: me devolvió mi vida y mi cariño por el mundo. Por primera vez pedí ayuda con mucha desesperación y varias personas salieron a cuidarme y darme sus consejos. Aprendí a valorar más cada palabra y tiempo que me dedicaron; los mensajes, las porras. Saben quienes son y les mando besos gigantescos.
Una amiga mía me pidió que no permitiera que nadie volviera a quebrar mi paz. Otra más me dijo que dejara que otros cuidaran y curaran mi corazón, porque estaba muy descuidado por la falta de cariño. Unos más, hombres sabios, me sugirieron salir, ser feliz, sonreír, ser La Ferrer, esa que se la pasa gritando "drogas" y "pony", y nada más.
Estos meses han sido de mucho aprendizaje. Dejo que otros me hagan feliz y yo disfruto inmensamente de su compañía. Me gusta ir al cine, comer, correr, gritar, cantar y leerlos. Amo que, a pesar de mis más de 26 años, estoy conociéndome de verdad y soltando. Lo necesitaba; es por mi bien y sé que eso también ayudará a los que me rodean.
No soy estática, soy valiente y si puedo sacar la casta por otros o en diversos ámbitos, ¿por qué no hacerlo por mi misma y por mis emociones?
El amor está en envases de todo tipo, en acciones pequeñitas, en canciones y en risas cómplices. Está en las charlas con cervezas, en los pays de manzana, en las bromas, en bailar, en un regalo pequeñito, en sentarte a escuchar mirando al otro a los ojos y aprendiendo.
El amor se siente contigo misma (Y ES EL PRIMORDIAL), con los amigos, con la familia y hasta con tus compañeros de trabajo, además de con la pareja.
¿Algún día me volveré a enamorar? Eso es probable; no quedé peleada ni cerrada a las relaciones de ese tipo. No obstante, la vara que puse está más alta, hay más reglas y más amor propio, porque no pienso detenerme por nada ni por nadie en ningún ámbito.
Una de las situaciones nuevas es que entienda que estoy completa, que no soy perfecta, lo mucho que amo estar conmigo misma, y que me puedo bajar la luna sola, sólo quiero alguien que me acompañe a mirarla desde diferentes perspectivas, que me apoye de corazón y no huya cuando vea que se está enamorando.
Creo que una de las cosas más bellas que te puede pasar, tras aprender a amarte como eres, es lo que menciona Elisa Esposito en La forma del agua, filme de Guillermo del Toro: "Cuando él me mira en la forma en que me mira, no sabe lo que me falta, ni me ve incompleta. Él me ve por lo que soy, por cómo soy. Él está feliz de verme cada vez, todos los días".

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